UNA VISITA A TUNBRIDGE WELLS, INGLATERRA
INTRODUCCIÓN
Habiendo escuchado y repetido que la Asamblea de Tunbridge Wells estaba en un mal estado, que uno no podía aceptarla sin asociarse con la iniquidad, las decisiones que había tomado en el nombre del Señor, y por otro lado sabiendo que algunas Asambleas y algunos hermanos individuales, se sometieron a estas decisiones (juicios) como yo mismo lo hice, me sentí presionado por el Señor para no aceptar sin pruebas las acusaciones de iniquidad que se han difundido, y no habiendo encontrado alguna prueba entre los varios hermanos que presentaron estas acusaciones, creo que es mi estricto deber ante Dios ir al lugar (T. W.) para encontrar
el verdadero estado de las cosas, al conversar por un lado con los hermanos en T.W. y con nuestro hermano Lowe de Londres por el otro, que había tomado abiertamente una posición de separación de la Asamblea en Tunbridge Wells.
Fue para mí un profundo ejercicio de corazón y conciencia atreverme a tomar en mis manos tal tarea. ¿Quién era yo para llevarla a cabo? El último de los que pudieron pensarlo, y esto me lanzó enteramente al Señor cuyos intereses y gloria sólo se cuestionaban en este asunto. Sin embargo, una cosa me sostuvo un poco, es que varios hermanos de París con los que hablé, entre los que no tienen claro estas cosas, me pidieron que emprendiera este viaje, para que tuviera la idea de que no caminaba por voluntad propia o en independencia, aunque mi objetivo era ante todo despejarme.
Bendigo al Señor porque Él mismo abrió el camino para este viaje, que se realizó en medio de mucha angustia de corazón y lágrimas. Uno no puede ocuparse de cosas tan penosas y humillantes sin verse a menudo constreñido y quebrantado, frente a toda la deshonra que nos ha traído nuestra propia culpa, sobre la gloriosa y bendita Persona de nuestro querido Salvador; que Él se apiade de nosotros y de todos los santos amados.
PRIMERA PARTE
LA HISTORIA DE LOS PROBLEMAS EN TUNBRIDGE WELLS
De un poco saben los hermanos en la actualidad, que la Asamblea de Tunbridge Wells se había ocupado de la disciplina el día 16 de octubre de 1903, con respecto a un hermano, el Sr. Strange, rechazando su ministerio, que durante mucho tiempo fue causa de discusión y problemas en la Asamblea, y después de varios años, el 16 de septiembre de 1908, le había declarado fuera de la comunión, por haber renunciado a la Mesa del Señor en Tunbridge Wells, durante casi cinco años en estas circunstancias particulares. Al final, el 22 de Junio de 1909, debido a que el Sr. S. todavía era recibido en la Mesa en varios otros lugares, la Asamblea de Tunbridge Wells anunció que partían el pan ahora en separación de los que partían el pan con el Sr. Strange, y que no podía recibir a los santos (en el futuro) de las reuniones donde el Sr. S. era recibido, ni a los que le apoyaban y estaban en comunión con él. De este número, ocho personas fueron nombradas especialmente en el anuncio (decisión), y estaban viviendo en Tunbridge Wells.
Estos son los tres juicios dados en el nombre del Señor que han planteado las cuestiones (problemas) que existen hoy en día.
Las dificultades planteadas en relación con estos juicios se indicarán y se pondrán de manifiesto más adelante.
SEGUNDA PARTE
LA VISITA A TUNBRIDGE WELLS
Llegué a Tunbridge Wells el día miércoles, 26 de Octubre, 1910, y fui primero a ver al Sr. Sibthorpe, lo encontré en su casa, a las 5 de la tarde, y me quedé unas dos horas con él. Me recibió sin dificultad y estuvo dispuesto a responder todas las preguntas que le hice. Le expliqué en particular en cuanto a toda la angustia (dolor) que teníamos en el continente por estas circunstancias tan dolorosas y humillantes, que tuvieron su nacimiento en T.W., y que comenzaron a dividir a los santos en varios lugares, y en particular en Inglaterra. Le expliqué el pensamiento de que ellos tenían que haber sufrido mucho, y que me gustaría averiguar de él que los santos en T.W. estaban de la misma mente como nosotros en cuanto a la humillación, y el estar profundamente afligidos por consecuencia de la deshonra hecha al Señor, y que él personalmente estuviese de la misma mente para estar a los pies de nuestro bendito Señor en la humillación y en las lágrimas como consecuencia de todo este problema, que es la consecuencia de nuestra pobre y baja condición.
Recibí de inmediato la confirmación, y me dijo que aunque ellos habían sufrido durante años — y antes del año 1903, ellos habían sido atacados por todos lados y cubiertos de reproches, — habían entregado al Señor todo lo que habían hecho y sufrido, deseando ante todo mantener la gran verdad, la unidad del cuerpo, y mantener firme la presencia y la autoridad del Señor en medio de Sus santos. Él creía que ha sido un ataque especial del enemigo hacer que los santos renuncien a estas preciosas verdades, las cuales son la razón de la existencia del testimonio que nos ha sido confiado en medio de la ruina de la cristiandad.
Él mismo había estado anteriormente entre los bautistas, pero fue traído al terreno de la Verdad por la palabra, y deseaba permanecer fiel a ella. Le pregunté si habían existido razones personales de enemistad o celos entre él y el Sr. Strange, y si sus negocios los ponía en competencia, de alguna forma, para favorecer semejantes pensamientos. Me respondió que su oficio no tenía nada que ver con el del Sr. Strange, y que por su parte, no habían motivos de celos. En cuanto a sus sentimientos personales hacia el Sr. Strange y su familia, la idea de que se le pudiera atribuir enemistad provocó un torrente de lágrimas. Yo mismo estaba profundamente conmovido.
Debo decir que al cruzar el Canal de la Mancha leí en el barco un libro de más de setenta páginas escrito por él y titulado “Una defensa de la verdad”, provocado por la “Historia de los hermanos de Plymouth” por Neatby, en el que refuta las falsas acusaciones dirigidas contra los hermanos y los principios del cristianismo, como las que profesamos hoy en día. Esta lectura (del libro) me había edificado y me había mostrado de antemano quien era el hermano (bien establecido en la verdad) con quién hablaría yo al llegar. Para información agregaré que este hermano ya había publicado anteriormente un libro titulado “Los caminos de Dios con el hombre”. No me sorprendió entonces en mi conversación con él encontrar no sólo un hombre angustiado y quebrantado, habiendo sido probado y debilitado corporalmente en la lucha, sino un predicador sabiendo el costo de la verdad y deseando mantenerla en todos sus intereses. Digo simplemente que para saber quién es el hombre al que se ha cubierto con tanto reproche, al que se ha tratado como un mentiroso y no tener su lugar en la comunión de los hermanos; sin duda no podemos leer el corazón de nuestro hermano, pero podemos sin embargo discernir la manifestación de la vida de Dios en un alma profundamente ejercitada y aprobada.
La conversación de la tarde se vio obligada a ser más corta a consecuencia de la hora de la reunión a las 7:30 y me vi obligado a volver antes al Hotel para cenar. Aquí debo mencionar un detalle de importancia. Aunque fue presentado por él a su familia, el Sr. Sibthorpe se mantuvo en reserva de manera digna (o con dignidad) no ofreciéndome nunca ni siquiera un vaso de agua.
A las 7:30 fui a la reunión, en el 41 de la calle York, y encontré siete u ocho hermanos y una docena de hermanas. Estaban estudiando tranquilamente una parte del capítulo 8 de la epístola a los Romanos. Muchos hermanos, al menos cinco, tomaron la palabra para explicar los pensamientos o hicieron preguntas. Era en general el Sr. Sibthorpe quien respondía a las preguntas. Después de la última oración, este hermano anunció que había venido yo a conocer a los hermanos, y encargó a los santos que esperaran un momento. Las personas que no eran de la Asamblea salieron entonces.
Viéndome en presencia de los hermanos y hermanas les dije lo que ya había dicho en particular al hermano Sibthorpe, para hacerles saber que las asambleas del Continente estaban muy angustiadas y preocupadas y muy ejercitadas en cuanto a la posición que debían tomar a causa de las acusaciones reportadas contra la Asamblea en T. W.; conociendo bien el principio sobre el que se debe actuar, sometiéndose a la autoridad del Señor en la Asamblea en todo lugar, a causa de la unidad del Cuerpo. Añadí que muchos estaban afligidos y llorando, viendo los esfuerzos hechos por el enemigo para dividir a los santos, habiendo ya logrado hacerlo en muchos lugares. Para terminar expliqué el deseo de tener de su parte la garantía de que también estaban afligidos y deseosos de humillarse por la deshonra hecha al Señor en este apuro, que es la consecuencia de nuestra pobre, baja y miserable condición espiritual. Mientras hablaba vi señales de la inclinación de nuestros hermanos a lo que decía, aprobándolo, y cuando terminé el Sr. Sibthorpe vino y se sentó a mi lado y haciendo eco de la mente de la reunión me aseguró que estaban en los pensamientos que he expresado.
Aproveché la ocasión para añadir algunas palabras más, para decir que si todos debemos someternos a la Asamblea por la presencia del Señor en medio de ella, y por las cosas que se hacen en Su nombre, eso nos da a entender lo mucho que la Asamblea y sus actos, deben ser por su parte sobre todo, profundamente ejercitados ante el Señor, y tener la certeza de que lo que hace sea la mente del Señor, para poder hacerlo en Su nombre, sin temor a ser repudiado por Él, y que la garantía dada por el Señor contra un error de juicio (que siempre es posible), sea Su Palabra, sobre la cual todo juicio debe ser fundado.
Este pensamiento fue aceptado por todos. Expresaron su aprobación por medio de signos. El hermano Sibthorpe agregó entonces un pensamiento, observando que ante una decisión así dada en el temor del Señor y en su Nombre, no era posible que otra Asamblea se levantara para juzgar esta decisión de aprobarla o rechazarla; no habiendo sido ellos mismos en el ejercicio producido por las circunstancias especiales que habían determinado la decisión. Admitió todo deseo de explicación para tranquilizar la conciencia en aquellas cosas que no parecían claras, pero no que una Asamblea juzgue a otra, levantándose contra lo que está por encima de ella y despreciando la presencia del Señor en la Asamblea, en cuyo nombre se ha dado el juicio. Podía solamente estar de acuerdo con este pensamiento.
Ya que pasaba mucho el tiempo, nos despedimos, después de lo cual pregunté si podría ver a otros hermanos en particular mañana. Como todos tenían que estar en su trabajo ese día, mi deseo no se pudo realizar y volví a concertar una entrevista con el Sr. Sibthorpe para mañana a las 9:30.
Antes de ir a esta entrevista creí útil preparar en papel una serie de preguntas en inglés, que trataban de los puntos que normalmente se plantean en cuanto a las objeciones. Había dejado a la derecha de cada pregunta el lugar para responder por escrito y llegué con esto a la casa del Sr. Sibthorpe. Inmediatamente le presenté el papel y le pedí que lo contestara, lo que hizo rápidamente. Volví a leer las preguntas con él y las completé. Abajo doy la traducción de las preguntas y respuestas:
PREGUNTAS
Algunos hermanos dijeron que la decisión de 1903, explicada por la carta del 20 de noviembre de 1903, se basaba en parte en la frase “Recibimos todas nuestras bendiciones del Diablo” que no podíamos recibir, ya que dicen que la oración nunca se ha pronunciado. ¿Quiénes son los que la han oído? |
RESPUESTAS
Hay tres en Tunbridge Wells que han oído al Sr. Strange pronunciar esta frase. Ellos son el Sr. G. Gower, el Sr. y la Sra. Sibthorpe. |
¿Es cierto que para esta decisión de 1903 había diez hermanos contra once, por lo que dicen que la Asamblea de T. W. estaba en estado de división? | No es cierto que la Asamblea fue dividida en 1903. En la reunión de la Asamblea no se cuestionó la disciplina ejercida contra el Sr. Strange. |
¿Es cierto que ha limitado el alcance de la decisión de 1903 a su propia Asamblea, cuando ha escrito “Para la protección de los santos reunidos en T. W.” dejando libre al Sr. S. de ir a otro lugar para ejercer su ministerio, por lo que la Palabra no da a la Asamblea ninguna autoridad para actuar así? | Esto no es cierto. Véase la carta de explicación dirigida sobre el tema a M. Packer en París. La Asamblea de T. W. actuó por sí misma, bajo su propia responsabilidad, dejando a los demás el cuidado de actuar en su responsabilidad, en el Espíritu de la Unidad del Cuerpo: T. W. no pudo forzarlo, ni permitirlo. |
En 1903 usted dijo que no tenía ni el pensamiento ni un pasaje de la Palabra que le permitiera poner al Sr. Strange fuera. ¿En qué fecha se ha considerado que estaba fuera? ¿Supongo que es antes de la carta a Acton, fechada en septiembre de 1908? | En 1903 la disciplina ejercida fue en vista de la restauración, no para ponerlo afuera. Fue el 17 de Febrero de 1907, cuando el Sr. Strange vino a la reunión de T.W. que la puerta de la comunión se le cerró públicamente. En consecuencia, ese día no partió el pan, sino que se sentó detrás. La carta a Acton fue dirigida más tarde en nombre de la Asamblea. Sería realmente una decisión de la Asamblea comunicada al exterior. |
¿Por qué dice en su decisión del 22 de Junio de 1909, que partes el pan en separación de aquellos que parten el pan con el Sr. Strange, o los que lo apoyan? ¿En esta decisión usted da los nombres de los ocho? | Queremos decir con la palabra “separación” que ya no podíamos partir el pan con los que apoyaban al Sr. Strange pero los ocho que se identificaron con él insistieron en partir el pan por su propia voluntad, ya sea en las Asambleas que recibieron al Sr. S. aún después de su exclusión, ya sea en Tunbridge Wells. |
¿A cuáles asambleas fuera de Inglaterra fue enviado esta decisión tomada el 1 de julio de 1909? | La decisión fue enviada a todas las Asambleas de Inglaterra y a algunos lugares del extranjero. |
¿Es cierto que los ocho han partido el pan a la fuerza después de su exclusión? ¿Y en qué fecha? | Eso tuvo lugar el día 4 de julio de 1909, pero sólo por tres de ellos. El día del Señor anterior todos deseaban partir el pan, ya sea con el Sr. S. en las reuniones que lo recibieron después de su exclusión; ya sea en T. W. Una hija del Sr. S. tomó la palabra (habló) en la Asamblea, diciendo que deseaba partir el pan y que lo haría. El 4 de julio entre los hermanos que habían partido el pan sin darlo a los que estaban fuera, uno de ellos se levantó, vino y tomó el pan y el vino de la mesa y se lo dio a otros dos después de él. El 11 de julio todo volvió a estar en orden. |
¿Cuáles son las asambleas que recibieron al Sr. Strange después de su exclusión? | Brighton, y otras dos Asambleas recibieron al Sr. Strange. Y su familia deseaba ser libre para partir el pan en Brighton y T.W. Esto explica el alcance de la decisión para separar de las asambleas que recibieron al Sr. Strange. |
¿Está dispuesto a recibir a los hermanos del continente que vengan a pedirle explicaciones sobre los puntos que parecen difíciles de entender? | Los recibiremos personalmente como lo hemos recibido a usted, y también a una Asamblea, pero no podemos recibir delegados de una multitud de hermanos, que ya nos han juzgado y que vienen con el pensamiento de reabrir la cuestión y hacernos revisar o destruir (anular) las decisiones dadas en el Nombre del Señor. |
Después de examinar todas estas cosas, oramos juntos, el Sr. Sibthorpe primero, y después yo. Recuerdo que tenía, sobre todo, en el corazón de pedirle al Señor que Él nos haría sentir la necesidad de humillarnos a nosotros mismos — y a los hermanos de Tunbridge Wells, en particular, que pudieran entender si Dios había permitido que pasaran todas estas cosas tristes en su medio, para que se juzgaran aún más profundamente. El hermano Sibthorpe dijo, “Amén.”
TERCERA PARTE
LA VISITA CON EL SR. LOWE EN LONDRES
En primer lugar, debo decir que fui a buscar a este querido hermano con una mente de la más profunda pena; no podía olvidar lo agradecidos que debemos estar por toda su vida dedicada y por todo el bien que hemos recibido a través de su ministerio, y le expresé con afecto que yo era uno de sus más antiguos amigos.
Habiéndole escrito que deseaba verle el viernes 28. Después de la cena, preguntándole si sería conveniente, recibí una carta fraternal invitándome a desayunar con él ese día. Le respondí que no podía hacerlo, pero que estaría en su casa a las tres. Esto es lo que hice. El Sr. Lowe me recibió de manera fraternal y me presentó en su oficina donde tuvimos una conversación durante una hora y media, más o menos. Empecé diciéndole que me había dolido mucho leer lo que había escrito sobre la incompetencia de una asamblea para juzgar una cuestión de doctrina.
Wimbledon, 20 de Abril, 1910
“Tenemos la impresión de que la mayor parte de los hermanos americanos, si no todos, han fundado su acción hace veinte años en la decisión de Bexhill. Sin duda el Señor se ha apiadado de nuestra debilidad, pero no hay ni un solo pasaje de las Escrituras que muestre que una Asamblea, o toda la Asamblea, fuera capaz de juzgar la doctrina. La historia nos muestra que cada vez que la Iglesia lo ha intentado, ha caído en el error. La verdad ha sido confiada a los santos. Cada santo es responsable de juzgar, (Judas 3; I Cor. 14:36, 37). Muchos otros pasajes lo demuestran. ¿Qué hubiera pasado si Bexhill hubiera tomado el camino contrario? Tenemos que agradecer a Dios el juicio pronunciado por algunos santos de Bexhill que fueron llamados a juzgar con referencia a cualquiera que viniera de Greenwich. Y creo que cuando se plantea una cuestión de doctrina, si aparece un falso maestro con sus falsas enseñanzas, cada santo, incluso una hermana, como en el 2º. Epístola de Juan es responsable de rechazarlo, porque no trae la doctrina de Cristo. Creo que esta explicación será suficiente. . . .”
(Firmado W. J. Lowe)
Siempre he aprendido que una Asamblea no enseñaba, sino que era enseñada por los dones que había en medio de ella, y como “columna y baluarte de la verdad,” debe oponerse a la invasión de la mala doctrina a su seno. Cité en apoyo de ello a Apocalipsis 2, donde el Señor caminando en medio de las siete Asambleas y tomando conocimiento de todo lo que pasa, alaba a la Asamblea de Éfeso por no apoyar a los malvados, y probó a los que decían ser Apóstoles y no lo son, y los encontró mentirosos, así como odiaban la obra de los Nicolaítas. Culpó a la Asamblea de Pérgamo, porque tenía en su seno a los que sostenían la doctrina de Baalam y a otros que sostenían la doctrina de los nicolaítas. También culpa a la Asamblea de Tiatira, porque sufren a esa mujer Jezabel que se llama a sí misma profetisa y que enseña y seduce a mis siervos.
El hermano Lowe responde que estaba de acuerdo conmigo y que nunca había pensado lo contrario, pero que creía que la enseñanza de la Palabra de Dios demostraba que el cuidado de la doctrina se confiaba a santos individuales, y no a la Asamblea. Pero entonces, ¿por qué escribir que la Asamblea no debe juzgar la doctrina y no hay un pasaje de la Escritura que lo demuestre?
Le dije que si Dios evidentemente estaba dispuesto a actuar en la conciencia de cada santo individualmente para llevarlos a rechazar la mala doctrina, o a huir de los falsos maestros, o a no recibirlos, eso no le quitaba a la Asamblea “El apoyo de la Verdad”, y con ello la autoridad para juzgar el mal, el deber de rechazar la mala doctrina, después de que los santos individuales se hubieran ejercido sobre ella. Le mostré el extracto de su carta anterior con referencia al tema de Bexhill.
Le recordé inmediatamente la teoría que había expuesto en su tratado de 1909, titulado “Una palabra seria para todos sobre los problemas en Tunbridge Wells” con referencia al tema de la incompetencia de una Asamblea para juzgar el ejercicio de un don. Dijo en efecto en este tratado: “La Asamblea local no puede ni dispensar un don ni autorizar su ejercicio”, y añade: “¿Cómo podría dejar de lado lo que no ha dado?”.
Evidentemente, cuando un verdadero don es ejercido por el Espíritu, no hay razón para tratar de detenerlo. La Asamblea se alegra de aprovecharlo, y debemos desear que haya muchos en la Asamblea, pero uno debe ser capaz, tal vez ante un pretendido don, de discernir lo que no es de Dios, o un don ejercido de manera carnal, y según el pasaje “hablen los profetas dos o tres y juzguen los demás”, no se puede comprometer el testimonio, al dar libertad a tal ministerio. Le dije que siempre se nos había enseñado así, que habíamos aceptado esta enseñanza como plenamente escritural, y que no estábamos dispuestos a renunciar a ella.
Me dijo de nuevo que estaba de acuerdo conmigo en estos principios, lo que me pareció una completa contradicción de lo que él había escrito, y que yo le había citado, pero viendo que fueron aplicados al caso del Sr. S., comentó a sí mismo para hablar de ello, tratando de mostrarme que uno se engañaba a sí mismo con respecto a ello, y que no había razón para que el Sr. Strange, estando bajo la censura de la Asamblea de T. W., no pudiera ir a otras Asambleas en las que su ministerio había sido anteriormente una gran bendición; en la medida en que T. W. le había dado la libertad – esto fue refutado anteriormente.
Le expresé mi sorpresa por haber hablado así; él, un querido siervo de Dios, que hasta ahora había buscado conducir las almas en la Verdad, y que ahora las conduce al error. Intenté entonces mostrarle en medio de una gran emoción, la solemnidad de esta actitud. Una cosa mala en T. W., ¿puede ser buena en otra parte? ¿Y dónde está entonces la unidad del Cuerpo, y la presencia del Señor en la Asamblea?
Estas grandes verdades que son la única razón del testimonio especial que nos ha sido confiado en estos días de ruina.
Nuestro hermano trató entonces de mostrarme que no podía seguir con lo que había hecho Tunbridge Wells. Lo contraté para que sopesara bien sus palabras, ya que tenía documentos e información absolutamente sobre este tema, sin decirle que yo venía de Tunbridge Wells.
Deseaba entonces mostrarme que la decisión de 1903 de esta Asamblea se fundamentaba en declaraciones exactas y que la Asamblea estaba entonces dividida. Esto ha sido refutado anteriormente, y yo se lo recordé. Citó la expresión atribuida al Sr. Strange, “Recibimos todas nuestras bendiciones del diablo” como algo controvertido. Esto ha sido refutado anteriormente, y le cité tres testigos que lo habían escuchado. Después me dijo que la intención que le habían encargado a Strange de poner otra mesa en T. W., y que se lo habían sugerido al hermano Bushell, era una mentira.
Le respondí preguntándole si sabía que el Sr. Strange había levantado otra mesa hace unas semanas; me respondió afirmativamente. No es sorprendente que esta mesa haya sido levantada por un hombre que dijo: “Haré una división cuando quiera”. Le pregunté entonces si creía que el Sr. Strange lo había hecho en compañía de los que están con el Sr. Lowe; me contestó: “Je le pense bien”, (ciertamente), aceptando esta compañía con el que está fuera.
Le dije que un hermano australiano, actualmente en París, el Sr. Bertram, había ido a ver al Sr. Strange hace aproximadamente un mes, y que le dijo que partía el pan con total independencia de los hermanos. Pero lo que acaba de decir el Sr. Lowe demuestra que está dispuesto a aceptar su comunión. Le dije que su respuesta me sorprendió, pues si hubiera habido puntos confusos, y dolorosos para muchos hermanos del continente, todos parecían estar de acuerdo en un punto, y es que no podrían tener ninguna relación con el Sr. Strange.
En ese momento le dije que yo también había estado en T. W., que había venido de allí la noche anterior, y que había podido saber cómo había sido todo en esta querida Asamblea, y que estaban profundamente ejercitados y humillados por todas estas cosas, y cómo actuaron en el temor del Señor, y para su gloria en todo; y añadí que era igualmente la mente del hermano Bertram después de su visita. Me preguntó entonces si había visto al Sr. Strange; le respondí que no. Me acusó de haber sido parcial, de haber escuchado sólo un lado. Le respondí que no iba a ver a un condenado, pero que había venido a ver a su defensor y que pensaba que al acercarme al Sr. Lowe estaba con la parte adversa, tanto como se podía estar. Por lo tanto, vine a escuchar lo que tenía que decir en la condena de Tunbridge Wells.
Me propuso entonces ir a ver con él a un hermano mayor que había estado en T. W. antes de 1903, para recoger su testimonio; yo me negué, diciendo que el testimonio del Sr. Lowe tenía mucho más peso conmigo que cualquier otro, y que era suficiente.
Se levantó, declarando que el Sr. Strange nunca había sido puesto fuera; le rogué solemnemente que no jugara con las palabras en una cuestión tan grave – diciendo que el Sr. Strange había sido definitivamente declarado fuera de la comunión con los que estaban reunidos en el Nombre del Señor en una reunión de la Asamblea celebrada en el día 16 de Septiembre de 1908.
Como él lo negó, le rogué que buscara entre sus papeles la notificación de esta decisión, y se la leyera, dos veces, palabra por palabra. Empezó de nuevo, declarando de todas formas que no había sido expulsado, y acusó a T. W. de haber realizado un acto profano al pronunciar su juicio en el nombre del Señor.
Habiendo tomado esta parte y no estando dispuesto a ceder a la evidencia de los hechos, y ante esta grave acusación contra T. W. comprendí que no era posible conversar más con él, así que pidiéndole que me disculpara, me despedí de él, con el corazón lleno de pena.
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Tales son los hechos. Los dejo para que hablen por sí mismos, sin sacar ninguna conclusión para los demás. Por lo que a mí respecta, me han aclarado el asunto completamente, y doy gracias al Señor, y le pido que él mismo aclare a los que desean ser fieles.
Toda la cuestión, que hay que saber, es si estáis dispuestos a mantener la gran verdad de la Unidad del Cuerpo, así como la presencia y la autoridad del Señor que está en medio de sus santos reunidos; o, ¿lo abandonaréis?
1 de noviembre, 1910
(Firmado) J. Gregoire
Copiado el 4 de agosto, 1911
Copia al Sr. Mr. Joh Gemmell, Bristol, Tenn-Va.
Copia al Sr. W. E. Slack, Stapleton, Staten Island, N.Y.
Copia al Sr. W. D. Close, Rome, Ga., R.F.D. Route 7
Copia al Sr. A. C. Frieseke, Floral Bluff, Fla.
{La traducción inglesa fue traducida del francés}
Traducción por G.L.L.
Dec 14, 2020