El Deseo De Cristo
Padre, quiero que donde yo estoy, estén también conmigo los que tú me has dado, para que contemplen mi gloria, que tú me has dado; porque tú me has amado antes de la fundación del mundo (Jn 17,24).
Es una cosa que afecta al corazón de uno ver cuán poco realmente de aquello que hay tanto en Su corazón está en el nuestro, es decir, lo que permanece: Él lo ha terminado todo, lo ha completado todo, ha glorificado a Su Padre en todo, y sólo le queda una cosa, y es tenernos consigo; “Padre, quiero que también ellos, los que me has dado, estén conmigo donde yo esté”; porque ya sabes que es una de las características distintivas del amor, el amor nunca tolera la ausencia; Puede sufrirla, y tener que soportarla, pero se impacienta por esto, y por lo tanto, cuando lo miras a Él, qué bendito es saberlo, porque creo que es el manantial que crea un afecto afín en nuestros corazones cuando se capta el hecho de que Él anhela tenernos para estar para siempre con Él mismo. ¿Creemos eso, amados? ¿Creemos que hay ese (debo decirlo con reverencia) anhelo insatisfecho en el corazón de Cristo, de tener al pueblo de Su amor con Él? “Quiero que también ellos, los que me has dado, estén conmigo donde yo estoy, para que contemplen mi gloria”. ¿Cuánto hay en nosotros; cuánto hay de ese anhelo de corazón con nosotros, de ese afecto divino en nuestras almas, que anhelamos estar con Él?”. Lo tenemos a Él con nosotros ahora; por supuesto que eso es benditamente cierto, mientras caminamos por el mundo, este pobre escenario de muerte; no podemos seguir adelante sin Él, pero estar con Él, y ser como Él cuando lo veamos, ¿cuánto hay de eso ante nosotros? Lo veré a Él; veré ese rostro bendito que estaba más desfigurado que el de cualquier hombre; lo veré a Él como Él es, no como Él era. Lo veré como Él es, pero seré como Él cuando lo vea, y estaré con Él, y eso es lo que Él espera; ese es el anhelo de Su alma, el anhelo de Su corazón en este momento presente. Él nos anima a lo largo del camino con el sostenimiento de Su presencia, y el consuelo de Su amor; pero lo que está en el afecto de Cristo, con respecto a nosotros, es que Él quiere tenernos con Él mismo.
¡Qué maravilloso es pensar en ello! Hay una cosa que permanece: “Padre, quiero que también ellos, los que me has dado, estén conmigo donde yo estoy”. Es lo único que permanece: Él debe un servicio a Su Padre y Dios, y nos lo debe a nosotros, el pueblo de Su amor, y lo cumplirá. Que nuestros corazones estén atentos con la expectación de la esperanza, por amor de Su nombre.
Él viene — porque, oh; Su corazón anhelante
Ya no puede soportar la espera…
A escenas de pleno gozo
Para llamar a Su Novia.
Esta tierra, la escena de toda Su aflicción,
Es para ti un desamparo,
Pronto sobre Su trono celestial,
Su legítimo Rey verá.
Tú también reinarás… ¡Él no llevará
Su corona de alegría solo.
Y en la tierra Su Novia real verá
Junto a Él en el trono.
Entonces no llores más… Es todo tuyo…
Su corona, Su alegría divina,
Y, más dulce que todo lo demás,
Él, Él mismo es tuyo.
De Collected Writings of W. T. Turpin, p. 329.
Traducido el 29-12-2022
Por: C.F