APOCALIPSIS 13

E.Dennet

En el capítulo anterior se establece el hecho de la hostilidad de Satanás hacia la “mujer” y su descendencia: en este, se detallan los medios o los instrumentos mediante por medio de los cuales persigue sus objetivos. Son las dos “bestias” que, durante la última mitad de la semana de Daniel, o los 1260 días, se les permitirá ejercer su dominio indiscutido en oposición a Dios, a Su Cristo y a Su pueblo. El escenario de las visiones en el último capítulo es el cielo. Aquí, el punto de vista del profeta es la arena del mar. Él escribe: “Y yo estaba* sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas un nombre† de blasfemia” (v. 1). Si ahora nos volvemos al profeta Daniel, nos ayudará en la interpretación de esta visión. Él dice: “Vi en mi visión de noche, y he aquí, los cuatro vientos del cielo combatían en gran manera sobre el gran mar. Y cuatro bestias grandes subían del mar, diferentes la una de la otra”. La primera, nos dice, “era semejante a un león, y tenía alas de águila”; la segunda “era semejante a un oso”; la tercera, “como un leopardo”; pero la cuarta era “espantosa y terrible, y fuerte en gran manera; y tenía dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era diferente de todas las bestias que la precedieron, y tenía diez cuernos”. Además, aprendemos que esta cuarta bestia continuará hasta que el Anciano de días se siente; y que, después de que la bestia sea muerta, la dominación, la gloria y el reino son dados a Uno semejante al Hijo del Hombre (Daniel 7; véase también el capítulo 2). Del mismo profeta también aprendemos que las tres primeras “bestias” representan a las monarquías de Babilonia, Persia y Grecia; y también sabemos por las Escrituras que el sucesor de Grecia en la soberanía sobre la tierra profética es el Imperio Romano. Observa, además, que esta última forma de soberanía gentil continúa hasta el fin; y esto nos permite identificar de inmediato la primera bestia de nuestro capítulo con la cuarta bestia de Daniel. También descubrimos a partir del verso 2 que esta bestia del Apocalipsis combina en sí mismo todas las características de sus tres predecesoras, ya que era “semejante a un leopardo, y sus pies como los de un oso, y su boca como la boca de un león”. En el momento de la visión de Juan, las tres primeras bestias y sus reinos habían desaparecido para siempre. La cuarta había ocupado su lugar y heredado todas sus características distintivas, así como su soberanía.

*Algunos leen, “Y él se puso de pie,” etc. En ese caso, se referiría al dragón; pero el contexto, según nuestro juicio, favorece el texto aceptado.

†La lectura más ampliamente aceptada es “nombres.”

Ahora podemos examinar la visión un poco más de cerca. La bestia emerge del mar, retrocediendo hasta el origen del Imperio Romano, aunque aquí se ve en su carácter desarrollado al final. El mar es una figura de un estado agitado de las naciones, masas de personas en conmoción, como, por ejemplo, en tiempos de insurrección o revolución. Fue de tal estado de cosas que surgió el dominio romano. En los tiempos modernos, ha habido una ejemplificación notable de un fenómeno similar. Napoleón Bonaparte surgió repentinamente de la confusión de un período revolucionario y muy pronto afirmó su poder, extendiendo su dominio sobre la mitad de Europa. La diferencia radica solo en el hecho de que, en su caso, fue el surgimiento repentino de una persona más parecida al cuerno pequeño de Daniel 7; mientras que aquí fue más bien el poder romano, aunque se ve al final encarnado en una cabeza individual.

Esta bestia, la cabeza imperial del revivido Imperio Romano, tiene siete cabezas, o formas de gobierno, y, como se señala en Apocalipsis 12, en eso está la completitud; y tiene diez cuernos, en todos los cuales hay diademas, indicando el hecho repetido una y otra vez (véase Daniel 2, 7; también Apocalipsis 17:12), que el dominio de la bestia está compuesto por diez reinos, teniendo cada uno sus respectivos soberanos, pero aliados en una federación común bajo su dominio imperial.

El carácter moral de este último representante de la soberanía gentil se exhibe en una palabra: tiene sobre sus cabezas los nombres de blasfemia. No solo es indiferente a Dios y Sus reclamos, sino que está en abierta y malvada oposición a Él, y lo declara abiertamente ante los ojos de los hombres. ¿Alguien se pregunta cómo podría tolerarse tal monstruo en la tierra? Si es así, que recuerde que un país vecino ha tenido recientemente gobiernos infieles y ateos; y que, en respuesta a la invitación de tales gobiernos, miles podrían apresurarse desde la “cristiana” Inglaterra para participar en la conmemoración de una revolución que buscaba deponer a Dios y deificar al hombre y a la razón humana. Ah, no, los hombres no se escandalizaron; de hecho, el curso del pensamiento y de la política moderna está allanando rápidamente el camino para la apostasía y la aparición de estos nombres de blasfemia, adornados, como estarán, con todo lo que excita la admiración del hombre como hombre. El gobierno de este último monarca gentil será la expresión de todas las monarquías anteriores. Se distinguirá por la fuerza y majestuosidad de la primera, la voracidad de la segunda y la rapidez de la tercera, sumadas a su propio poder irresistible e implacable. (Véase Daniel 7:4-7 con el verso 2).

A continuación, se nos revela la fuente de su dominio. “Y el dragón le dio su poder, y su trono, y gran autoridad” (v. 2). Por lo tanto, está caracterizado por la inspiración y energía de Satanás. Tal es la imagen que se nos presenta, delineada por una mano infalible, del último poder gubernamental en la tierra antes de la venida de Cristo para establecer Su reino.

En los versículos siguientes, tenemos una breve y figurativa descripción de la resurrección del imperio romano y un relato del lugar y la supremacía de su líder durante su breve carrera. “Y vi”, dice Juan, “una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia” (v. 3). En Apocalipsis 17 leemos: “Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer. Y son siete reyes; cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo. La bestia que era y no es, es también el octavo rey, y es de entre los siete, y va a la perdición” (vv. 9-11). Combinando estas dos escrituras y recordando que las cabezas son símbolos de formas de gobierno o poderes gobernantes (“reyes”), la interpretación no es difícil. En el momento de la visión, cinco de estos poderes gobernantes, en las diversas vicisitudes del dominio romano, ya habían pasado; pero “uno es”, dijo el ángel, y ese era el imperial, ya que Roma entonces tenía emperadores. Sin embargo, había otro que debía surgir antes de la llegada de la bestia, uno que, como quizás Napoleón I, debería “durar breve tiempo”, y luego, con qué intervalo no se nos dice, aparecería la bestia, un octavo; porque Satanás siempre imita, y así incluso aquí deslumbraría las mentes de los hombres con la apariencia de una resurrección (de la cual “ocho” es el número simbólico). Pero aunque la bestia es el octavo, todavía es de los siete, y solo posee siete cabezas. La conclusión de estas escrituras es evidentemente que la “cabeza”, herida como de muerte, era la imperial, vista también en el hecho de la destrucción y desaparición del antiguo imperio romano, que hoy, y durante siglos pasados, salvo en el intento de Napoleón de revivirlo, ha desaparecido completamente de la vista humana. Por lo tanto, cuando se nos dice que la “herida mortal fue sanada”, significará que esta forma imperial de gobierno será restaurada en conexión con la bestia de nuestro capítulo. Es este inesperado renacimiento lo que asombrará y excitará la admiración de “toda la tierra”.

*Estas ocho cabezas se suelen contar así, y probablemente con razón: (1) Reyes, (2) Cónsules, (3) Dictadores, (4) Decenviros, (5) Tribunos Militares, (6) Césares, (7) Napoleón I, (8) La Bestia salida del abismo. Estas incluirán todas las cabezas gubernamentales del Imperio Romano hasta la aparición de Cristo.

Dos efectos siguen, efectos terribles de contemplar, pero no menos ciertos. Primero, “adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia” (v. 4). ¿Y quiénes son “ellos”? El verso 8, aunque habla allí de la bestia, responde a la pregunta. Son todos aquellos que están fuera de los santos elegidos de Dios, los santos elegidos en la tierra después del arrebatamiento de la iglesia. Incluirá, por lo tanto, a los habitantes de la tierra profética, donde el cristianismo fue una vez profesado, pero que ahora, porque no recibieron el amor de la verdad para ser salvos, están bajo un fuerte engaño para que crean en la mentira (2 Tesalonicenses 2:10-11). Tal es el desenlace final de la civilización moderna, el progreso en el pensamiento, el arte y la ciencia: los hombres rendirán homenaje a Satanás. No solo habrán arrojado todo temor de Dios de ante sus ojos, sino que también entronizarán a Satanás en Su lugar. En segundo lugar, también adorarán a la bestia. Lo adorarán debido a su sabiduría y poder; porque estarán tan cegados que no podrán discernir entre lo que es de Satanás y lo que es de Dios. Sombras de esta ilusión satánica se ven constantemente cuando los hombres se postran ante estadistas o guerreros debido a su genio, “previsión” y habilidad en la conducción de asuntos. Las vidas privadas de los objetos de su homenaje pueden ser corruptas, pero todo se condona bajo la influencia de su brillantez intelectual.

A continuación se presenta el carácter, la duración y las hazañas de la bestia. El lector notará la repetición de la frase “le fue dado” (vv. 5, 7), una frase explicada en los versículos 2 y 4, recordándonos que no solo el poder de la bestia es derivado, sino que también se deriva de Satanás. Es importante recordar que el tiempo es después de que la iglesia ha sido arrebatada y antes de la aparición de Cristo, un intervalo durante el cual Dios no reconocerá ningún poder en la tierra hasta que tome lo suyo en la persona del verdadero Rey. En primer lugar, la bestia tiene una boca “hablando cosas grandes y blasfemias” (v. 5). Será un fanfarrón, hinchado, como su dios Satanás, con el sentido de sus propios méritos y excelencias; y en su audaz impiedad abrirá “su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de Su nombre, de Su tabernáculo y de los que moran en el cielo” (v. 6). No puede deshacerse de Dios, del cielo ni de los santos celestiales, pero en la impotencia de su furia, regocijándose en su supremacía terrenal, vierte su corazón malvado en blasfemias insolentes. El que está sentado en los cielos se reirá; el Señor lo tendrá en burla. En segundo lugar, encontramos nuevamente que la duración de su carrera será de cuarenta y dos meses, los 1260 días, la última mitad de la semana profetizada por Daniel, completando sus setenta semanas (véase Apocalipsis 11:2, Apocalipsis 12:6-14).*

*Como este período de tiempo se ha mencionado a menudo, puede decirse, para información del lector, que las setenta semanas de Daniel, semanas de años, y por tanto 490 en total, datan “desde la salida de la orden de restaurar y edificar Jerusalén” (Dan. 9:25); es decir, desde el vigésimo año de Artajerjes (véase Neh. 2). Se cree que esto corresponde al año 454 ó 455 a.C. Gabriel divide las setenta semanas en tres períodos: siete, sesenta y dos y uno. “Hasta el Mesías Príncipe habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas”; y de ahí que después de la venida de Cristo sólo quedara la última semana. Pero Él fue rechazado, y la era de bendición predicha ha sido consecuentemente pospuesta; y así leemos de esa última semana, la septuagésima, que aparece en conexión con un pacto a ser hecho con la masa del pueblo judío por el futuro jefe del imperio romano, la primera bestia de Apocalipsis 13. (Véase Dan. 9:27.) Este pacto se rompe a la mitad de la semana, y es la última mitad de ella la que forma los 1260 días o los 42 meses de Apocalipsis. Para la fe, el ministerio de Cristo ocupó la primera mitad de la última semana; y de ahí que, ya sea en Mateo 24 o en Apocalipsis, sólo tengamos el registro de la última mitad, los 1260 días.

Se añaden otros dos detalles: “Le fue dado hacer guerra contra los santos, y vencerlos; y le fue dado poder sobre todo linaje y lengua y nación. Y le adorarán todos los moradores de la tierra, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero inmolado desde la fundación del mundo.” (vv. 7, 8.) Los santos contra quienes hará la guerra son los especificados en el capítulo anterior (v. 17), siendo en esto, como en todo lo demás, un instrumento de Satanás. Dios permite que sean vencidos (compárese Mateo 24:9-10), no todos, como aprenderemos después, sino muchos, para probar su fe y purificar a Su pueblo en el horno de la aflicción. Además, la bestia será irresistible en su poder, porque “todos los linajes, lenguas y naciones” reconocerán su dominio. Salvo los elegidos, todos los hombres adorarán también a la bestia: todos los que habitan en la tierra, y esta expresión ahora, perdiendo su especial significado moral, incluirá a todos, dentro de esta esfera, excepto al pueblo de Dios. No será más que el renacimiento de la antigua costumbre romana de rendir homenaje y ofrecer incienso a las imágenes del emperador. Esta reliquia del paganismo es bastante chocante para la mente cristiana, pero en la deificación del intelecto y del poder humano, que ya avanza a pasos tan rápidos, se preparará fácilmente el camino para su restauración. Se dice que todos los que adoren a la bestia no tendrán sus nombres escritos en el libro de la vida del Cordero. (Cf. Apoc. 20:15.) Aquellos cuyos nombres estaban escritos en él no se unieron, por lo tanto, a esta adoración idólatra. Cabe señalar un punto de diferencia entre los santos terrenales así indicados negativamente y los santos celestiales. De estos últimos se dice que fueron elegidos en Cristo antes de la fundación del mundo, mientras que la elección de los primeros sólo data de la fundación del mundo. No es sino otra prueba de cuán cuidadosamente se distinguen los santos que forman la Iglesia, como unidos a Cristo, de todos los demás, cualquiera que sea su bienaventuranza.

Esta parte del capítulo termina con una proclamación especial. Se llama solemnemente la atención sobre ella con el grito: “Si alguno tiene oído, oiga”; y luego se añade: “El que lleva cautivo, cautivo irá; el que a espada mata, a espada será muerto. He aquí la paciencia y la fe de los santos”. (vv. 9, 10.) Aquí se contienen dos cosas. En primer lugar, la seguridad de que el juicio divino caería con toda seguridad sobre la bestia, el perseguidor de los santos, y que sería tratado de la misma manera en que los había tratado a ellos (véase el Salmo 137: 8) y, en segundo lugar, que la actitud de los santos en medio de esta tribulación sin parangón debe ser la de una “paciencia sin resistencia”, la actitud de nuestro Señor mismo, que, cuando llegó la hora del hombre y del poder de las tinieblas, se dejó “llevar como cordero al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores enmudece, así no abrió su boca”. ” La fe y la paciencia de los santos se manifestarían en su confianza en Dios y en su mansa resistencia a la ardiente prueba por la que tendrían que pasar. (Compárese Jeremías 15:2.)

EL ANTICRISTO

APOCALIPSIS 13:11-18.

En esta sección de nuestro libro, se nos presenta nada menos que el anticristo. Una y otra vez se predice su aparición en la escena, tanto por profetas del Antiguo Testamento como por apóstoles del Nuevo; y ahora, finalmente, se nos permite verlo surgir y leer el carácter de su poder y reino tal como lo delineó el Espíritu de Dios a través de Su siervo Juan. En pocas palabras, este instrumento diabólico se describe así: “Y vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón” (v. 11).

A diferencia de la primera bestia de este capítulo, que surgió del mar, de las masas de personas en un estado de confusión sin ley, el anticristo sube de la tierra. La tierra es un símbolo de gobierno organizado y ordenado, y aprendemos, por lo tanto, que obtiene su posición de manera regular y gubernamental, adquiere su dominio de acuerdo con una forma legal; y, en consecuencia, su posición estará en armonía con los arreglos civiles y políticos de ese período.

Antes de pasar a considerar el relato proporcionado aquí, puede ser útil responder a dos o tres preguntas para permitir al lector abordar el tema de manera más inteligente. Primero, entonces, se podría preguntar, ¿tenemos alguna información sobre quién será el anticristo? Según un pasaje en Daniel, parece que será un judío, un judío apóstata. Hablando del “rey”, que sin duda es el anticristo (compara Daniel 11:36 con 2 Tesalonicenses 2:4), dice: “No respetará al Dios de sus padres” (Daniel 11:37), es decir, a Jehová tal como se reveló a Israel. Las palabras de nuestro Señor apuntan a la misma conclusión. Él dijo, hablando a los judíos: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ese recibiréis” (Juan 5:43). El contraste mismo con Él muestra que nuestro Señor tenía en mente al anticristo; y así es suficientemente claro, sin mencionar otras Escrituras relacionadas con el punto, que este falso usurpador surgirá de la nación judía.

Esta conclusión, junto con muchas indicaciones en el Apocalipsis, nos permite con certeza determinar el siguiente punto sobre el lugar y el asiento de su poder. Será Jerusalén; porque en ese momento los judíos habrán regresado en incredulidad y habrán construido su templo (véase Apocalipsis 11), y, como consecuencia, estarán moralmente dispuestos a recibir a un falso Cristo (véase Mateo 24). El apóstol Pablo declara claramente que este “hombre de pecado”, “el hijo de perdición”, se sentará “en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:4); y sabemos que el templo estará en Jerusalén. Por último, podemos responder nuevamente a la pregunta sobre el período indicado. Ya se ha explicado más de una vez que estos eventos tienen lugar después del arrebatamiento de la iglesia y antes de la aparición de Cristo.

Esto es totalmente corroborado por la declaración del apóstol en 2 Tesalonicenses 2. Él dice: “Y ahora vosotros sabéis lo que detiene, a fin de que a su [‘el hombre de pecado’] debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo falta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene [refrena]. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de Su boca y destruirá con el resplandor de Su venida” (vv. 6-8). El Espíritu de Dios en la iglesia, aunque el misterio de iniquidad ya obra, refrena y refrenará la manifestación del mal en la persona del “hijo de perdición”† hasta que Él parta con la iglesia.. Entonces se abre paso para la revelación de esta encarnación del mal, y continuará hasta que el Señor mismo lo destruya en Su venida. Es claro, por lo tanto, más allá de toda duda, que el intervalo entre la venida del Señor por Sus santos y Su manifestación en gloria es el período del surgimiento y poder del anticristo.

*A veces se ha sostenido que esta cláusula debería traducirse “hasta que sea sacado de en medio”, y se dan muchas citas de los clásicos en su apoyo; el objeto es probar que la iglesia estará aquí al mismo tiempo que el anticristo, y por lo tanto tendrá que pasar por la gran tribulación. Habiéndonos esforzado en examinar el supuesto uso de la frase, encontramos que en ningún caso la cita sostiene el argumento.

†El lector atento recordará el hecho de que el Señor aplica este término a Judas.

Volviendo ahora a nuestro capítulo, se destacan dos cosas en particular. En primer lugar, esta bestia tenía dos cuernos como un cordero. Pretendiendo ser el Mesías esperado, imita, asume la apariencia del verdadero Cristo. Era como un cordero en la visión y, además, tenía dos cuernos; es decir, tenía dos de las formas de poder que Cristo como el Mesías ejercerá. Estas son aquí las formas de poder profético y real. Satanás no podía dar ahora la tercera forma, la del sacerdote; porque perdió su posición antipresbiteral cuando fue arrojado del cielo. (Véase Apocalipsis 12:9-10.) Las otras dos las otorga a su herramienta ciega para atraer con ellas a la nación judía hacia la destrucción. Como siempre, recurrirá a la imitación para engañar a los incautos y lograr su ruina eterna. (Comparar 2 Corintios 11:13-15; 2 Timoteo 3:8.) Sin embargo, asuma la apariencia que asuma, no puede cambiar moralmente su naturaleza; porque hablaba como un dragón. El dragón es Satanás (Apocalipsis 12; también versículos 2, 3), y por lo tanto, aunque tenga forma de cordero, su habla lo delata. Aquellos enseñados por Dios, por lo tanto, a pesar de sus pretensiones, discernirán su verdadero carácter; porque las ovejas conocen la voz del buen Pastor, y no conocen la voz de los extraños. (Juan 10) Así también, como leemos en la epístola de Juan, los niños en la familia de Dios, advertidos contra los muchos anticristos ya en el mundo, sombras y precursores del anticristo, son recordados de que tienen una unción del Santo y conocen todas las cosas. Ningún santo de Dios, por lo tanto, necesita ser llevado por mal camino, por muy específico que sea el engaño presentado.

A continuación, tenemos la forma doble de su poder, lo que podría llamarse poder civil o gubernamental, y poder religioso. “Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (v. 12). Deducimos de la primera parte de esta descripción que el anticristo será una especie de vicepresidente del jefe imperial del Imperio Romano; y, en consecuencia, será sostenido en su posición por todas las fuerzas de ese monarca. Puede haber una razón especial para esto. Es evidente por otras escrituras que el anticristo, durante su dominio, estará expuesto a ataques por parte del “rey del norte” o el asirio (véase Daniel 11:40-45); y parecería, según otra profecía, que el anticristo hará una alianza con el poder romano para unir fuerzas contra su adversario. (Véase Isaías 28:14-22.) Esto podría explicar el hecho aquí declarado de que ejerce toda la autoridad de la primera bestia en su presencia. A cambio del apoyo romano, asume el cargo de profeta del jefe imperial y obliga a los hombres a adorar a la primera bestia. Era algo común que los emperadores romanos en el pasado exigieran honores divinos; y una vez más, como aprendemos aquí, lo mismo se presenciará en la historia del mundo. La resurrección casi milagrosa de la forma de poder gubernamental imperial cuando la “herida mortal” es sanada (v. 3) hará que el mundo se maraville de la bestia y, al mismo tiempo, preparará el camino para su deificación. El pobre mundo, con toda su sabiduría y iluminación jactada, no podrá distinguir entre el poder divino y el satánico. Y la culminación de su progreso y civilización se verá en la adoración de la imagen de un hombre. Los hombres caerán fácilmente en la trampa bajo las influencias cegadoras de la fuerte ilusión que Dios, en juicio, enviará sobre ellos, “para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tesalonicenses 2:11-12).

Además, sostendrá sus afirmaciones mediante demostraciones milagrosas de poder. Como Elías, hará “descender fuego del cielo sobre la tierra a la vista de los hombres”; e incluso como el Señor mismo, obrará milagros para acreditar su misión (compárese 2 Tesalonicenses 2:9), y para probar el título de la primera bestia al homenaje divino. De este modo engañará “a los moradores de la tierra” y los inducirá a “hacer imagen de la bestia que fue herida con espada, y vivió” (v. 14). (v. 14.)

Se le permite ir aún más lejos bajo la inspiración de Satanás, pues tendrá “poder para dar vida [no vida, sino aliento] a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hable y haga matar a todos los que no adoren la imagen de la bestia” (v. 15). Nabucodonosor fue muy lejos, cuando erigió su imagen de oro en la llanura de Dura, y promulgó un decreto para que todos los hombres la adoraran, con la pena del horno de fuego ardiente si se negaban. El Anticristo irá aún más lejos; porque su imagen, dotada de un aliento diabólico y portavoz de Satanás en sus expresiones, llenará de temor y pavor las mentes de sus adoradores, de modo que todos, excepto los elegidos de Dios (v. 8), se verán obligados a obedecer el mandato del Anticristo y a ofrecer su homenaje a esta criatura del infierno. No quisieron a Dios, y ahora deben adorar a Satanás. ¡Ay del hombre cuando cae bajo el poder irrestricto del diablo!

El Anticristo procede a regular incluso el comercio. Hará que “a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha, o en la frente; y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (vv. 16, 17). (vv. 16, 17.) Formará así una vasta organización, compuesta de todos menos aquellos cuyos nombres fueron escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida del Cordero inmolado, fuera de la cual no será lícito comprar ni vender. Cada miembro de ella debe llevar la marca de lealtad a la bestia con el fin de poseer la libertad de comerciar. Bajo la máscara del bienestar del imperio, todos serán sometidos a esta espantosa tiranía bajo las penas y castigos de la privación de la más común libertad del individuo. Prefiguraciones de este espantoso abuso de autoridad se ven con frecuencia incluso en esta época tolerante, proporcionando una advertencia suficiente a aquellos cuyos ojos están abiertos, que el despotismo más absoluto a menudo puede ser encubierto bajo una profesión de las ideas más liberales, y dando también una indicación de la meta final de la política moderna bajo la guía oculta y la inspiración de Satanás.

El capítulo concluye con el número de la bestia, que es seiscientos sesenta y seis. Y “he aquí la sabiduría. Que el que tenga entendimiento cuente el número de la bestia; porque es el número de un hombre” (v. 18). (v. 18.) Muchos han sido los intentos de desentrañar este misterio; pero todos han sido en vano. Y concluimos, por analogía de las Escrituras, que será imposible descubrir el secreto antes de la aparición de la bestia. Cuando por fin aparezca en escena, los que tengan la sabiduría de Dios podrán identificarla por el número dado; y así estarán divinamente prevenidos. La indicación que aquí se da es, por consiguiente, para los que se hallen en las circunstancias descritas.

Puede ser útil para algunos si añadimos que, para obtener una visión completa del anticristo, deben combinarse las diversas escrituras sobre el tema. Aquí, como ya se ha dicho, tenemos sus acciones en Jerusalén, y su relación con el jefe imperial del imperio romano; en Daniel lo vemos amenazado por el rey del norte, o el asirio; en 2 Tes. 2 se le presenta en relación con el judaísmo, al que trata de apartar y sustituir reclamando para sí el homenaje divino; mientras que en la epístola de Juan se le ve como el negador del Padre y del Hijo; es decir, del cristianismo tal como se ha revelado. (1 Juan 2:22; véase también 2 Juan 7.) ¡Qué contraste entre el Cristo de Dios y el anticristo de Satanás! Y no hay que olvidar que el misterio de la iniquidad ya está obrando, que muchos anticristos están en este momento en el mundo, quienes, por sus razonamientos engañosos y sutiles sobre la palabra de Dios, están preparando rápidamente las mentes de los hombres para el rechazo total de toda verdad revelada, y así aceptar la guía de Satanás en lugar de la del Espíritu Santo de Dios.

*A menudo se ha intentado desentrañar el misterio del número 666 mediante “cálculos según el valor griego de las letras constituyentes” del supuesto nombre del anticristo. Esto ha abierto la puerta, como fácilmente se percibirá, a interminables especulaciones. Una de las primeras soluciones ofrecidas fue “Lateinos”; y una actual es “Napoleón”, las letras en ambos casos, cuando se toman de acuerdo con sus valores numéricos griegos, formando el 666 requerido. Pero, como se observa en el texto, la solución del número nunca se alcanzará hasta la aparición real del anticristo. Entonces, y no hasta entonces, su correspondencia con la predicción será fácilmente detectada por el pueblo de Dios en la tierra.

Traducido y revisado por: C.F 

19-12-2023